Ideologías aparte, los ministros de este nuevo Gobierno son
para echarse a llorar de feos. Qué pinta, por dios, qué pinta tienen todos…
Ellos… Entre todos pueden sumar 798 años. Y ellas… Nunca pensé que Soraya me acabaría pareciendo una
mujer explosiva. Pero es que la pones junto a García Margallo o Cristobal Montoro y parece más pivón aún que
cuando apareció en El Mundo recostada sobre un reposamaletas NH style como si no hubiera un mañana. No
me digas que soy frívola porque tú piensas lo mismo que yo.
De los 13 ministros, cuatro mujeres. A eso le llamo yo paridad. Ana Mato, de Sanidad. Anita, aquella chica que allá por 1999
conducía un Jaguar de la gama “Gürtel”
que Correa regaló al que entonces era su marido. Qué mona… Mariano le ha dado
Sanidad para que nos vuelva a dejar fumar en los bares poco a poco sin que se
note mucho, que es que ella tiene mucha mano para hacer las cosas sibilinamente:
fumar mata-fumar Mato. Me pregunto
cómo no le ha dado la cartera de Educación para que acabe ya de una vez por
todas con el maldito analfabetismo de los niños andaluces y les ponga sillas en
los colegios. Mariano, esa se te ha escapado.
Fátima Báñez es
la ministra de Empleo y Seguridad Social. Da miedo. Hay fotos en las que se le podría
confundir con un perro fila brasilero antes de saltar encima de un costillar de
ternera. Yo, que siempre he podido leer mensajes en los ojos ajenos, leo en los
suyos que está a punto de dejar la prestación por desempleo en formato ZIP.
Y luego está Ana
Pastor. Esta es, para mí, la mujer de las mil caras. Y no es que piense que
es una falsa, no, es que podría tener cara de directora de una escuela pública
de un pueblo de Logroño, de monja ursulina, de cajera de una gasolinera de A-4
a la altura de Guarroman y de ama de llaves de Downton Abbey. En ninguna de esas facetas me gustaría ser su amiga.
Si Fátima me da miedo, Pastor me da pavor. No quisiera ser yo alquitranera de carreteras y
encontrármela a la vuelta de una curva entre el humo que desprende el
pavimento. Esta tiene pinta de descargar unos sopapos finos.
Pero, a lo que voy: nunca podrían posar para el Vogue y
desprender algo de sensualidad, de feminidad, como las ministras del PSOE en la foto de abajo. Esto sólo lo arreglaría Davidelfín con uno de sus modelos
capucha. Estoy ansiosa por saber cómo va a resolver esto el Vanity Fair, el Vogue, el Elle o quien se
atreva. Así que, señoras ministras del PP: quítense ya esos brillos de la cara
con unos polvos sueltos, desabróchense un par de botones de la camisa, píntense
el labio con un Chanel mate y suéltense la melena o aquí nos vamos a morir de
aburrimiento en estos años.
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