martes, 31 de enero de 2012

ME HE ENAMORADO DE UN GUARDAESPALDAS, COMO WITHNEY

El domingo pasado llevé a mi hijo a ver Kerity a los cines Verdi de Madrid.  Aparte de nosotros, que íbamos con un par de niños más, sólo había en la sala otro grupo de gente (dos chicas con  dos niñas) y un señor sentado solo detrás de nosotros.

Entramos con la película empezada y no le vi la cara a nadie, pero me pregunté: ¿qué hace este tío tan bueno solo viendo una película de niños? (no le veía el cuerpo, pero se lo intuí en un fogonazo de luz mientras yo recorría el pasillo y pensé que tal vez a mitad de la peli yo debería cambiar de asiento y compartir con él algo más que palomitas).

Total, que la película terminó y se hizo la luz. Y entonces lo entendí todo. El hombre solo era un escolta que no tengo palabras para describir. De hecho, ir acompañada de tres niños me hizo no dar siquiera rienda suelta a mi imaginación por estar delante de menores y sacar un pañuelo para retirar las babas de mis comisuras labiales.

Pero, ¿a quién escoltaba el escolta? Rápidamente dirigí la mirada al otro grupo de gente y allí estaban ellas: todas las futuras reinas de España juntas. En ese momento pensé que estábamos justo los que teníamos que estar en aquel lugar para que una facción de Al-Qaeda hubiera ocupado la calle Bravo Murillo y, por seguridad, nos hubieran obligado a permanecer recluidos en la sala un par de días. Mi hijo y sus colegas se habrían hecho íntimos de las infantas, yo me habría hecho íntima del escolta, y Letizia… Bueno, Letizia pues habría charlado con su amiga, que seguro que tenían muchos asuntos pendientes. O ya si eso que la hubieran evacuado por la salida de emergencia con su amiga.

Cuando me estaba imaginando ya encima de él en el asiento 03 de la fila 12 como una Withney Houston cualquiera antes de meterse las jeringuillas en los brazos con agujas de hacer punto,  la puerta se abrió y nada de eso pasó. A los pocos días vi a la Leti en elola comprando tomates en una frutería en la que los melocotones estaban a 12 euros (joder, si es que la familia política lleva el dispendio instalado ya en el monedero desde el día que entran en la Casa Real). Contaba la revista que, aprovechando que el príncipe Felipe estaba de gira por América Latina, ella había salido a hacer la compra. Qué vida más triste la de irse a comprar acelgas cuando tu marido se va de viaje. Se me ocurren más de 100 alternativas mejores, que van desde darse golpes en la cabeza contra la marquesina de una parada de autobús, hasta hacerte la pedicura en un establecimiento chino, pasando por un local de strippers de Benidorm. O liarte con tu guardaespaldas, claro.

Pasé la página y la vi charlando amigablemente con un escolta. Llevaba la cara pixelada, pero creo que era él. Que digo yo que, más que a él, lo que tendrían que haber pixelado en la revista es el precio de las hortalizas de esa frutería, que da peor imagen de la Casa Real  que la cara del escolta macizo.

Creo que en la misma revista vi unas fotos de Iñaki Urdangarín con unos kilos de menos (de peso, digo). Y me dije que hay que ver lo delgados que tienen los reyes a las nueras y a los yernos. Con lo que pagan por los tomates. Con escoltas así yo también perdería peso. Y hasta la ropa.



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