Desde hace unos días estoy elaborando una lista de
individuos de los que desconozco su ocupación. Sí, son esos que siempre dicen
que están estudiando algunos proyectos y luego pasan los meses, incluso los
años, y llegas a la conclusión de que no les debió gustar ninguno. Yo los llamo
boleros sin oficio, petardos que aparecen en escena solamente cuando les llaman
para hacer algún bolo, pero de los que desconocemos que se sigan dedicando a lo
que alguna vez les hizo famosos.
Pero bueno, voy al lío rápido, que me cierran el Día. He
aquí un ejemplo: el presentador Carlos Lozano. Si alguien sabe algo sobre el
paradero de aquel chico que llevó el adjetivo “guapísima” a la categoría más
baja del piropo español, que lo diga. Y no es el único. Fíjate en Rafi Camino y
dime en cuántas plazas le has visto torear. Vale, que no te gustan los toros.
Pues dime en cuántos carteles has visto su nombre. Yo en el del Sálvame de Luxe cada vez que ha ido a
defenderse de los ataques de su ex, que le acusaba de maltratador, pero lo que
es vestido de luces… Más bien de sombras, con esos jerseys de cuello a la caja
que lleva siempre y algún chaleco
acolchado de tonos camperos, de esos que les gustan tanto a los toreros. Te
juro que lo visualizo e, ipsofacto, me entra la misma cosa en el estómago que
cuando era pequeña y viajaba en el asiento de atrás del coche de mis padres,
que no paraban de fumar, recorriendo las curvas de la sierra de Grazalema para
llegar a la playa. No te digo más.
El siguiente de mi
lista es Asdrúbal. Después de su relación con Bibiana Fernández y de que le
detuvieran años más tarde por agresión sexual, ¿dónde ha llegado
profesionalmente este chaval? Imagino que alto, porque siempre está sentado en
el front row de los desfiles de Cibeles o haciéndose fotos en algún fotocol.
Pero, fuera de ahí, ¿qué hace? ¿Dónde pincha? Porque a eso es a lo que se
dedican la mayoría de los que no tienen ya ni dónde caerse…
Lo mismo me pregunto de Paz Vega a quien, que dios me
perdone, no trago. Qué futuro tan estupendo se ha construido esta chica.
Probablemente una de las peores actrices del panorama español junto con Elsa
Pataky y Goya Toledo, ¿qué hace además de posar para diferentes revistas en
todas las fases de sus embarazos o en calidad de gran actriz rebosante de
estilo, y perfectamente bien recuperada, siempre después de sus embarazos? Amospordios.
Y el caso es que va y hasta consigue que la dejen entrar en las fiestas post
Oscars. Amospordios, repito. Quién es su representante, que debería estar
impartiendo clases magistrales de personal branding por los masters del mundo.
Para mí lo quiero yo.
Luego está Lucía Hoyos, ese personaje inclasificable. No sé si alegrarme o entristecerme
por no verla presentando nada. Pero fíjate que sigue haciendo bolos. Ella no ha
sabido, desde luego, sacarle partido a la vida como hizo la modelo (¿de qué?)
María José Suárez, que estaba ya más pasada que los pantalones de cheviot
cuando, de repente, se puso de novia de Feliciano López, ese tenista abocado a
ser profesor de señoras maduras en alguna urbanización de lujo porque no da
para más. Madre mía el partido que le pudo sacar esa chica a su noviazgo, a su
ruptura, a su embarazo, a su aborto… Eso sí que fue una campaña de márketing
que ni el equipo de comunicación de Obama cuando ganó las elecciones. Y ahora
venga a hacer bolos, venga a hacer bolos. Que tiene más bolos que los de la Wii
Sport Resort. Vamos, que no te digo más que hasta ha sacado una línea de joyas.
Ahora, modelar, lo que se dice modelar, no la hemos visto nunca con algo que no
sea un traje de volantes. Pero, a lo tonto, a lo tonto, ahora se ha convertido
en toda una dama delgada y estilosa a la que los medios ya tratan como si fuera
la Ursula Andress ibérica. Y todo, por salir con un tenista al que la palabra
mediocre no alcanza a describir con precisión.
Bueno, seguiría con la lista, pero es que voy a quitarme el tinte. Te
dejo pensando en Enrique (el de Ana), en Rossy de Palma (que las hace con las
orejas cada vez que la llaman para algo
como la última campaña de Mango), Bárbara Rey (que está desaparecida desde que se enteró de que la crisis ha pasado factura también a los bingos) o Alejandra Prat, que además de a bautizar
hijos, nadie sabe a qué se dedica.
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